Continuación de Razones para no tener relaciones prematrimoniales.
Autor: Blanca Mijares
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        Cuando dos jóvenes se deciden por esperar, saben que cuando lleguen a tener relaciones sexuales, cuando se casen, estas serán una entrega total, integra en tiempo y espacio, de ellos mismos física, emocional  y espiritualmente: aunque no sea técnicamente perfecta, gracias a su compromiso, ya tendrán años para ir conociéndose. Saben que la naturaleza ha sido creada con perfección por Dios y que si se quieren mucho, se gustan mucho y se respetan como personas e hijos de Dios que son, poco a poco irán mejorando en su encuentro interpersonal, en su comunicación físico-espiritual. Para ello, les ayudara también ese tiempo que han esperado, pues en ese tiempo, han aprendido a expresarse su cariño de una forma tierna, paciente, humana. Lo que no sería normal es que no quieran tener intimidad tras la boda, estando ya juntos, pues eso denotaría una anomalía que hay que atender.
-          Cuando dos jóvenes se deciden a esperar, el control de los impulsos de las inclinaciones instintivas es muy importante: tienen que haber aprendido a hacerse dueños de sí mismos, amos y señores de su destino y de su vida. Por eso, no cualquiera puede lograrlo, sólo aquel que ha alcanzado cierta madurez no sólo física sino sobre todo psicológica puede gobernarse, poseerse y a su vez, decidir a quién entregarse por completo y acoger a otro en el mismo modo, de forma comprometida.
-          Cuando deciden esperar, están actuando de forma consciente, responsable, pues asumen su vida como propia, reconocen que toda acción lleva consigo consecuencias buenas o malas, sean queridas o no: deciden actuar en un sentido que busca el desarrollo interpersonal y de su relación, buscan ser un bien verdadero uno para el otro de forma profunda, sin superficialidades. Así se alejan de quienes actúan sin sentido en la vida, de aquellos de los que padecen los estímulos y reaccionan a ellos sin pensar, dejándose llevar donde les lleven y después sufriendo las consecuencias nefastas de comportamientos irresponsables, inconscientes y sin sentido de unidad biográfica.
-          Cuando deciden esperar, los jóvenes han descubierto a la persona que aman de verdad, la ven como un tesoro que hay que cuidar y proteger, alguien con quien compartir la vida y con quien formar una familia hermosa: en contraste de quienes se rebajan al nivel de cosas, de objetos de placer, rebajándose pues a mucho más que a una cosa. El ser humano es un ser espíritu-corporal, con una inteligencia y voluntad que le permiten imprimir sentido a su vida y de este modo apropiarse del futuro, de su existencia, que es libre para ser cada vez más santo y perfecto, con la ayuda de Dios. Jamás puede compararse la plenitud de la unión entre dos que a duras penas se conocen, y aquella unión integra e integradora que forman los esposos que se aman como Dios quiere.
-          Entre los cónyuges que han decidido esperar durante el noviazgo, la relación sexual se convierte en encuentro interpersonal, en reencuentro espíritu-corporal, en expresión de su ser y sentir de amor: en contra de aquellos que lo reducen a simple copula vacía de sentido, de valor, de encuentro; que lo reducen a un momento pasajero de placer que después deja vacío y soledad, que deja la sensación de no ser amado de verdad, de haber sido usado por otro egoístamente.
-          Entre los que han esperado, cuando se casan, saben que el encuentro interpersonal es un momento de comunicación interpersonal de lo que les pasa y son, por eso, nunca es igual, nunca hastía: siempre es diferente, siempre expresa algo diferente, e idealmente, un amor cada vez más hermosos, más profundo, más íntimo, más personal, más rico. En contraste de quienes los despersonalizan convirtiéndose en objetos de placer que con el tiempo aburren, cansan, que carecen de sentido trascendente, que no llenan. Se convierten en relaciones en las que cada uno se siente solo y triste en compañía, en que la excitación es solo reflejo a los estímulos, que cada vez estimulan menos; en lugar de convertirse en momento y lugar de encuentro y comunicación intima, interpersonal, en redescubrimiento continuo de cada uno y de su relación que evoluciona, que cambia con el tiempo.
-          Cuando dos jóvenes han esperado por amor a casarse, han descubierto el mundo de la intimidad espiritual compartida, se han descubierto como personas, entre ellos existe pudor, la belleza de valorarse como únicos e irrepetibles, como valiosísimos, cada uno lo vive y los expresa en su forma de comportarse con y frente al otro de forma delicada, podría decirse hasta fina, elegante: De este modo, se alejan de la relación las formas grotescas y burdas en el trato, la vulgaridad, o el mal trato. Pues es muy fácil mal tratar y hasta despreciar a quien no se valora, a quien es desechable, sustituible por cualquiera.
-          Cuando han aprendido a esperar, también aprenden a darle su tiempo al juego amoroso, a la seducción, al coqueteo, a las caricias, a las palabras amorosas, a los besos, a querer que el otro se sienta bien, que logre el placer, que se sienta acogido como persona, como ser humano: esto es muy importante sobre todo para la mujer, a quien toma más tiempo llegar al clímax. En contraste de aquellos encuentros en los que no importa el otro, ni sus  sentimientos, donde no se le quiere de verdad, solo se utiliza como objeto de satisfacción personal.
-          Quienes han esperado pueden hablar de AMOR VERDADERO, de amor incondicional, total, integro, biográfico, generoso, fructífero, etc.: de aquel tipo de amor que llena el corazón y el alma, que da sentido a la existencia, que enriquece a la persona, que produce familias felices, que educa a buenos ciudadanos, etc.
-          Quienes han esperado, saben que Dios es sabio, que tiene un plan de amor semejante al suyo, al amor trinitario, para los esposos que generosamente se entregan entre si y cumplen sus mandatos, Dios los recompensa con gracias abundantes a través del sacramento del matrimonio: que es consecuencia de su pertenencia al cuerpo místico de Cristo por el bautismo, los fortalece, los ama, los eleva a un nivel superior, al grado de convertirlos en imagen del amor de Cristo por su Iglesia. 

¡¡¡Así que a pensarlo bien antes de actuar!!!

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